domingo, 21 de agosto de 2011

Un ser mitológico


En la actualidad, el mundo del toreo se ha convertido en una asunto controvertido en el que tanto taurinos como antitaurinos discuten sobre el significado puro de esta tradición. Cada una de las opiniones expuestas, son igualmente respetables, sin embargo, todas tienen como centro de atención al principal protagonista, que no es otro que el toro. Este animal con una historia casi tan antigua como el hombre, subsiste a todas las culturas donde se le ha dado una importancia trascendental, como la que se merece un animal mitológico. Al margen de todo debate, es interesante centrarse en el toro y, como decimos, en su veneración por parte de culturas antológicas que, incluso, tomaban decisiones a partir de su comportamiento.

El toro aparece identificado en diversas pinturas rupestres como es el caso de las cuevas de Livernon y Lascaux (Francia) que datan del 15.000 a.C, Gobleki Tepe (sudeste de Turquía-11.000 a.C.) considerado el santuario religioso más antiguo de la historia descubierto hasta ahora, o Egipto (3.000 a.C.). En España, zona donde más ha arraigado el culto al toro y la codificación de uno de sus ritos más antiguos como es el toreo, tiene enclaves concretos en los que desde la prehistoria ya se retrataba en piedra a este valeroso mamífero. Algunos ejemplos se pueden encontrar, principalmente en el norte peninsular: las cuevas de Altamira (Cantabria- Paleolítico Superior), uno de los vestigios de arte rupestre más importantes de la prehistoria; igualmente, también existen los berracos, esculturas de piedra de carácter simbólico e ideológico vinculadas a las creencias religiosas más antiguas como la de los Vetones, tribus celtas, en Guisando (Ávila-S.IV a.C.); figuras similares a las de otras ciudades españolas como Toledo o Zamora. De igual forma, la presencia del toro ha estado presente en numerosas obras de arte ya sean literarias como artísticas, así lo podemos apreciar en pinturas de Francisco de Goya, en el Quijote de Miguel de Cervantes, o en la obra el Lazarillo de Tormes (anónima).

Esta relación ancestral hombre-toro aparece reflejada en varios de los diálogos elaborados por Platón, Critias y Timeos -también habla sobre la Atlántida-, donde explica que los grandes acontecimientos eran celebrados a través de un espectáculo que consistía en la lucha de un joven contra un toro con la única ayuda de un trapo y un objeto de hierro. Se podría considerar como una descripción de las primeras corridas de toros. Hay que destacar también que desde tiempos inmemoriales, el toro y su antecesor el Uro, han sido relacionados a numerosos elementos simbólicos como la fertilidad, masculinidad, inteligencia, valor, etc. En Egipto, el príncipe heredero se tenía que enfrentar a un toro para demostrar su fuerza y valor, mientras que en Creta (la isla griega de mayor tamaño), los indígenas bailaban y saltaban por encima de un toro. Para los cretenses, este animal mamífero era considerado un Dios, de hecho se mantenía la creencia de que entre sus cuernos controlaba el mundo y, por lo tanto, podían detectar los males o catástrofes a través de su comportamiento. Son diferentes muestras de cómo el bóvido ha estado presente y ha influido de manera destacada en las antiguas culturas.

Esta tradición de adorar al toro era común en el mundo antiguo, se incluye también en los textos bíblicos como el Éxodo, cuando narra el episodio del becerro de Oro que es adorado por los hebreos en el monte Sinaí. Fue lunar en Mesopotamia, aparece reflejado en el poema sumerio de Gilgamesh y, por supuesto, su esplendor queda plasmado para toda la eternidad en la constelación de Tauro.

Es evidente que el toro no es un ser cualquiera, su grandeza le precede y se considera el único animal que se crece en la adversidad. Otro aspecto característico, es su vínculo con España y algunos países latinoamericanos, pero sobre todo, en nuestro país estos ritos ancestrales han recibido unos códigos de conducta que se concretaron en lo que conocemos hoy como una corrida de toros. Retomando el caso de los Uros, antepasados de los toros de lidia que se extinguieron en Polonia a comienzos del S.XX, muchos admiten que ese sería el futuro de los bóvidos, al igual que el de las dehesas, si se suprimiera la Fiesta Nacional. No obstante, otros sostienen que esta perspectiva catastrofista no es la única posibilidad de un animal que ha pervivido milenios, por lo que se podrían mantener de alguna otra manera.

Llegados a este punto, cada opinión es igual de válida, todas las posibilidades son respetables y cada uno es libre de pensar lo que quiera. Al margen de todos los debates sensacionalistas y oportunistas, políticos o culturales, lo más importante es que el toro es una proyección de muchos valores que se encuentran en decadencia en la actualidad, consideramos fundamental que por encima de costumbres, tradiciones y pensamientos se encuentra uno de nuestros más fieles acompañantes en esta travesía esotérica y enigmática que es la historia de la humanidad.